martes, 28 de julio de 2015

RUTA POR PALMA DE MALLORCA: VISTAS DESDE LA ZONA DEL CABO DE FORMENTOR, SOLLER Y CALA DEIA

Comenzamos uno de nuestros días en Palma sin tener un rumbo fijo y conduciendo por la costa desde Port de Alcudia donde nos alojábamos hacia la zona de Port de PollenÇa, allí, decidimos seguir una carretera que nos debía llevar hacia el Cabo de Formentor a visitar el  faro, pero al final no llegamos a la zona del faro nuevo y acabamos de alguna forma en los restos de un faro antiguo. 
Aún así, es una zona recomendable por las vistas y por el trayecto, pues la serpeante carretera nos va proporcionando distintas visiones del territorio circundante tanto mirando a tierra como mirando a mar.


En la subida nos encontramos varios aparcamientos pensados para admirar las vistas. El tránsito de vehículos es continuo y aparcar casi una misión imposible. Aún así conseguimos dejar el coche en un pequeño hueco y disfrutar de una magnífica visión del mar Mediterráneo y de los acantilados, desde los que según supimos después, algunas almas atormentadas, como si de los tiempos del romanticismo se tratase, habían decidido quitarse la vida.



 Siguiendo una de las carreteras, que nos parecía menos transitada, llegamos a una zona de edificaciones abandonadas que se situaban debajo de un faro también abandonado. Encontramos tan solo allí a un motorista solitario que suponemos también buscaba su rincón de soledad lejos del mundanal ruido y al que seguramente le fastidiamos su meditación aunque no fueramos la masa ruidosa de los anteriores miradores. Decidimos bajarnos del coche y aproveché la zona para realizar unas fotos, pues también desde aquí las vistas eran preciosas, que pena de zona abandonada con semejante balcón hacia el mar...






Para comer decidimos volver tierra adentro y atravesar la sierra de la Tramuntana, y en ese momento nos encontramos con el dilema ¿Túnel o montaña?... pues... ya que íbamos con el tiempo contado para visitar un montón de cosas en la isla, y que debido a las altas temperaturas no íbamos a parar a visitar la sierra el sí, ¿porqué no verla desde el coche? 
Y así, comenzamos nuestro trayecto por curvas y curvas y más curvas. Para los que nos gusta conducir, sobre todo para mi conductor, aquella carretera era todo un juguete,poco transitada por estas características, aún así  nos encontramos con otro conductor también apasionado de la carretera por como trazaba las curvas y sobre todo por el coche que llevaba, que desde luego, no era nuestro pequeño cochecillo alquilado... Y así, curva y curva para subir, y curva y curva para bajar, pudimos disfrutar un poco de la naturaleza e incluso encontramos una cabra montesa en la carretera y, afortunadamente, como entre curva y curva tampoco se puede coger mucha velocidad, el animalillo salió ileso del encuentro, pero hay que reconocer que estaba muy muy mal situado en medio de la carretera.
La sierra está declarada Patrimonio Mundial en la categoría de Paisaje cultural por la Unesco. Recuerdo sobre todo que agradecí mucho la sombra y el frescor que nos propiciaban los árboles, entre ellos muchas encinas, y me entristece pensar que al año siguiente de nuestra visita la sierra ardió en verano llevándose por delante el maldito fuego toda esa belleza.

Llegamos a Sóller a la hora de comer y dejamos el coche en un aparcamiento abarrotado para dirigirnos, bajo la solana a buscar algún sitio donde llenar la barriga. De Sóller vimos poco, la verdad.
Me hubiera gustado poder hacer el viaje en tren que une Soller con Palma del que he oído hablar muy bien, pues se hace en un tren que se conserva tal y como era a principios del siglo XX, eso si, ya funcionando con corriente eléctrica y no a vapor como los hizo en sus primeros años. Aún así pudimos cruzarnos con el tranvía que atraviesa el municipio y que se dirige a Port de Soller. Tampoco en este monté, (es lo que tiene ir con demasiado que ver en la lista y poco tiempo).

Entre lo poco que vimos del municipio  estuvo lo que nos pareció la plaza principal, con la imponente facha de la Iglesia de Sant Bartomeu, cuya edificación parece ser que se remonta al siglo XIII aunque en épocas posteriores se fue transformado y así presenta elementos románicos, barrocos, modernistas... Su portada, de inspiración neogótica, muestra el gris típico de la piedra calcárea de la zona con la fue construida.
Saliendo de la plaza hicimos también alguna parada en las tiendecitas que había en un par de callejuelas y decidimos elegir menú para comer.



Estuvimos un rato mirando los menús de las pizarras de los restaurantes que nos íbamos encontrando hasta que al final, casi sin mirar el nombre de dónde nos metíamos, decidimos entrar en otro de los que han sido nuestros grandes aciertos a la hora de elegir restaurante durante nuestros viajes, desde luego está sin duda entre los 5 mejores: El Gran Hotel de Soller.
En la pizarra había visto un menú muy económico, 12 euros y pico creo recordar que costaba entonces, por ello ya nos sorprendió que nos fueran a sentar en un precioso patio de un hotel de cinco estrellas. 
La carta, era una carta de platos elaborados, y la presentación, llegó a hacerme dudar de que algún gracioso hubiese pasado con una tiza y cambiado el precio del menú, y os aseguro que hasta que no vi la cuenta no las tuve todas conmigo. Platos elaborados, cuidada presentación, lugar hermoso y trato muy agradable son una receta que unida al precio del menú me hace recomendaros este restaurante, el Ca´n Blau del Gran hotel de Soller como un lugar 10 para comer. Aquí os dejo el enlace: CA´N BLAU SOLLER

Como ya os he dicho, de aquella no tenía intención de escribir un blog por lo que no hice fotos de la comida, algo a lo que me voy acostumbrando aunque a veces con el hambre se me olvida. Tan solo conservo una foto de un delicioso gazpacho que llevaba fresa y estaba buenísimo, y eso que yo no soy mucho de gazpacho. Creo recordar que también tome una berenjena gratinada que estaba buenísima.

Una vez terminada la comida y aprovechando el día de calor, decidimos seguir la carretera de la costa a ver si encontrábamos alguna cala tranquila donde refrescarnos. Y así llegamos a Cala Deia. 
A esta pequeña cala se llega por un estrecha carretera que baja desde la carretera principal hasta un apacamiento, que creo recordar, con una seguridad del 75% que era de pago (tipo zona azul). Aún así el aparcamiento estaba bastante lleno. 


Desde el aparcamiento hay que andar un trozo para llegar a esta cala atípica, pues no encontraremos en ella arenas blancas sino roca y arena gruesa que se esconde entre acantilados desembocando en ella un torrente. 
Cuando nosotros fuimos en el acceso estaban en obras en la zona de la desembocadura del torrente.
En esta cala encontramos también dos restaurantes que al parecer tienen gran fama por sus arroces y por sus pescados a la plancha, y un pequeño embarcadero. Información sobre la zona de Cala Deia




Desde los acantilados de un lateral de la cala los más valientes se lanzaban al mar. La temperatura del agua, una vez más era excelente, aunque eso sí, alguna medusilla flotaba entre el muy ligero oleaje. Otra cosa que pude observar es que había un par de perrillos bañándose en esta cala, pero no os puedo asegurar que estuviese permitido entrar con ellos, pero haberlos, los había.
Tendréis que disculpar la mala calidad de las fotos, algo le pasó en ese día a mi pequeña Lumix, compañera infatigable en mi bolso, sobre todo para salir de fiesta y acceder a sitios más complicados dándole así descanso a la Canon. Como os decía algo le pasó que no salieron bien las fotos  y apareció entonces un punto negro en ellas que desde entonces nos acompaña.

En esta cala terminamos nuestra ruta ese día, espero que os haya gustado, aquí me despido por hoy y próximamente seguiré contando que más hacer y ver en la isla de Palma.




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