martes, 7 de julio de 2015

CASTRO Y MONTE DE SANTA TEGRA

Hoy quiero hablaros de otro de los sitios mágicos que he tenido el placer de visitar, el castro de Santa Tecla o de Santa Tegra según lo digamos en castellano o en gallego. La visita la realizamos hace dos años ya, y aunque ya llevaba mi inseparable Canon, quizás no encontréis en esta entrada unas fotos de grandes calidades pues ni los objetivos ni mi aún ignorancia sobre el uso de la cámara eran los adecuados.


Este Castro es otro de esos sitios que me embrujó según vi una foto de él cuando estaba estudiando la carrera. Probablemente, una de las cosas que más me atrajo de este lugar lugar es su ubicación, dominando ese azul Océano Atlántico que me tiene enamorada desde la niñez. ¡Que lugar privilegiado eligieron aquellos hombres y mujeres que decidieron en su día asentarse allí! con un dominio del territorio desde la altura, de la costa, del mar, de la desembocadura del río Miño, de las fértiles tierras gallegas... un lugar al que sin duda me trasladaría a vivir hoy mismo si pudiese.


El Castro, reconocido como Monumento Histórico Artístico Nacional y como Bien de Interés cultural, parece ser que estuvo habitado desde el siglo I a.C. hasta el I d.C. en el que comenzó a decaer hasta ser abandonado y finalmente, como muchos lugares maravillosos de nuestra España, cayó en el olvido. Por supuesto, las gentes de la zona sabían y habían oído hablar de unos restos de algo que en el monte había, pero la historia y la vegetación iban tapando aquellos restos que parecían condenados a acabar silenciados para siempre.


Se suele encuadrar a este castro, situado en la parroquia de A Guarda, en Pontevedra, dentro de la cultura Castreña del Noroeste de la península, pero este asentamiento , además de las características autóctonas de esta zona de la península presenta también una fuerte influencia romana. Según parece, los restos que se encuentra en el monte de Santa Tegra empezaron a causar interés a partir del descubrimiento, en 1862 de un pequeño Hércules de bronce, que, curiosamente, acabaría siendo robado del museo que luego se abrió para mostrar los hallazgos del castro. En 1912, se creó la Sociedad Pro-Monte de Santa Tegra y en 1913 comenzaron las obras de acondicionamiento para llegar a la ermita que corona el monte, construida entre el siglo XII y XVI.
Se construyó entonces la carretera y comenzaron, con estas obras, a asomar a la luz los restos del castro dando lugar a las primeras excavaciones en 1914. Pero lo que por ahora empieza a sonar como una historia idílica de descubrimiento, muestra también una fea cara, porque los restos no fueron ya respetados desde un principio, ya que esa carretera, sobre todo la parte construida en los años 30, que sube a la ermita, atraviesa por el medio y sin respeto la zona del castro... ains, antes la devoción que la cultura, había que llegar a la ermita aunque fuera pisoteando la historia, pues al fin y al cabo, era historia pagana...
Comenzaron entonces los primeros estudios  del castro que ha sido reconocido a través de diferentes textos de autores clásicos como diferentes lugares descritos por estos , como la Abróbica descrita por Plinio el Viejo o el Monte Medulio del que se dice que fue el lugar de la última resistencia de los héroes galaicos, sin que se haya llegado a una conclusión certera.
Las excavaciones siguieron intermitentemente hasta que del año 33 al 79 el castro sufrió de nuevo el abandono. Será ya entre el 83 y 88 cuando se vuelva de nuevo a excavar y estudiar de manera más continua y a partir del 88 de nuevo, el silencio.

Para saber más: MÁS SOBRE EL MONTE DE SANTA TEGRA

Para visitar el castro decidimos hacerlo con la visita guiada, que supuestamente es la única forma de visitar el castro, aunque, como no hay vigilancia, ni de día ni de noche, el castro se puede visitar extraoficialmente de manera libre, y, queda expuesto también al pillaje y al vandalismo,

La visita según recuerdo empezaba en la cima del monte, en la zona en la que se sitúa hoy el restaurante, una serie de puestecillos de venta de recuerdos y el museo. No recuerdo muy bien si la visita al museo formaba parte obligatoria de la visita al castro (creo que si) o era aparte, si bien, considero que ver el museo es altamente recomendable, pues en el podremos ver restos y hallazgos de la zona desde el Paleolítico hasta la época romana. No tengo fotos del museo por dentro por lo que supongo que será porque no está permitido hacer fotos en las salas. (Perdonad a veces mi falta de memoria...) Dentro del museo podemos encontrar cerámica indígena, romana, trozos de vidrio, objetos metálicos y de orfebrería tales como fíbulas, torques, pulseras, brazaletes... además de diferentes estelas.

Por encima del museo y del restaurante, en lo alto del monte, una antena corona la cima. Desde allí, podemos tener las mejores vistas de la zona.










Para subir hay unas escaleras que parten de la zona donde está situada la ermita.




Las vistas muestran hacia la derecha la desembocadura del río, a un lado España, al otro Portugal. Esta desembocadura dota de fertilidad y biodiversidad a las tierras de la zona y es un paisaje que hermana a ambos pueblos que se asientan a orillas del Miño.






Mirando al otro lado tenemos la zona del Pueblo de A Guarda. Podéis ver a la derecha de la foto de abajo, entre los árboles, la parte excavada del castro.


y finalmente, de frente, la costa.


En la parte alta, en la zona de rocas, también encontramos una cruz (una más de las que adornan el monte) que se enfoca hacia el Océano, adornando así la vista hacia la lejanía y dándole un toque místico al lugar que invita a reflexionar, a sentarse y a encontrarse con uno mismo dejando que la brisa transporte nuestros pensamientos lejos y tan solo quede el silencio del paisaje.



Pasemos ya a la visita. Desde el Museo se baja hasta el castro por un antiguo viacrucis, bueno, en realidad son dos, uno del siglo XVII, muy sencillo, y otro construido entre los años 20 y 40 del siglo XX con rasgos célticos mezclados con otros clásicos.
La bajada será mucho más sencilla de lo que luego será la subida para volver al coche que quedó en el aparcamiento , pues ya se sabe, cuesta abajo todos los sapos ruedan jejeje. 










Bajada la ladera llegamos a la zona excava del castro donde nos recibe una reproducción de una cabaña castreña y la guía nos reúne para empezar a explicar el yacimiento.







Las cabañas, en su mayoría redondas, solían tener un vestíbulo donde se encontraba un horno.


Parece ser que la cubrición ,aunque no está totalmente documentada, estaba realizada en elementos vegetales, siendo probablemente de forma cónica, y según parece , en este caso las vigas sustentantes se asentarían directamente en el muro y no partiendo de una viga central como en otros yacimientos, pues no se han encontrado señales en el suelo que indiquen que esta viga se apoyase ahí .


La zona excavada del castro estaba rodeada de una muralla, que parece cumplía más funciones de agrupamiento de las cabañas que una función defensiva, aunque también la cumplía, pero hay que tener en cuenta que el enclave del castro estaba pero que muy bien pensado, en lo alto, con un dominio visual del territorio, protegido por una lado por el mar, por el otro por el río...

Las cabañas, como ya he dicho, son en su mayoría circulares aunque las hay de forma rectangular con las esquinas redondeadas creyéndose  que estas últimas se usaban como almacenes, pues no todas eran viviendas. También, muchas de las cabañas aparecen agrupadas con una especie de mini muralla propia que agrupa varias viviendas familiares y su almacén, o una vivienda y el almacén, junto con otros recintos que podían ser para el ganado.




De los muros de las cabañas apenas se conservan los arranques, y aunque hoy los podemos ver todos igualados, si os fijáis, hay unas maderas que aparecen entre las piedras que nos indican, hacia abajo, la parte original, y hacia arriba la restauración.


 Desde un lateral del castro, subiéndose en la muralla, se puede divisar el pueblo a A Guarda y la costa hacia el norte.
Mirando hacia el oeste, podemos ver el mar, aunque hoy los árboles dificultan la vista. El monte  presenta una extenso bosque, en gran parte debido a repoblaciones, que han contribuido también junto con la construcción de la carretera, a destruir y tapar restos de edificaciones.
Abandonamos ya la visita guiada a la zona acondicionada del yacimiento cuando el sol se estaba poniendo, el naranja comenzaba a adueñarse de las piedras, la tierra, los árboles y el mar. La brisa ligera nos acompañaba, los turistas se iban , y poco a poco todo se llenaba  de nuevo de silencio.






Cruzando la carretera podemos ver, ya casi devorado de nuevo por la vegetación, restos de algunas de las excavaciones que, por falta de inversión están volviendo a desaparecer. El castro realmente se cree que ocupa casi toda la montaña, si uno se fija, se pueden ver restos de edificaciones a diferentes niveles de la montaña según se va transitando por la carretera, incluso la propia ermita o el edificio del museo están encima de restos de cabañas, el lugar debió de ser inmenso pero sigue escondido en su gran parte y todo apunta a que seguirá así durante mucho tiempo.


Del otro lado de la carretera también hay una reproducción de una cabaña, esta sin techado en el pórtico.

También, del otro lado de la carretera, y un poco olvidado por la visita guiada, está uno de los petrogllifos que podemos encontrar por todo el monte. Leyendo después de la visita más información sobre el lugar he sabido que hay hasta 30 conjuntos de petroglifos, y muchos más fáciles de ver que este que os muestro en la foto de arriba (he intentado que se vea lo mejor posible aunque cuesta encontrarlo) Es una pena que no hubiese leído esta información antes para poder parar a ver los otros, aunque no se si nos hubiera dado tiempo... pero es es mi manía, me gusta no leer mucho antes de ir a los sitios para no tener una idea preconcebida y cuadricular la visita, me gusta descubrir los sitios por mi misma.
La presencia de petroglifos nos indica que este monte ya era "especial" por algún motivo desde tiempos prehistóricos, que es uno de esos lugares dotados de cierta fuerza mágica que atrae a los hombres, que tiene cierto hechizo que desde luego a mi me enamoró.


Subiendo de nuevo hacia la ermita tenemos esta estela con un montón de marcas  que se erigió en conmemoración del festival de 1979 en honor a los poveiros del pueblo portugués de Povoa de Varzim, y que parece reproduce las marcas que había en la puerta de madera original de ermita donde los marineros portugueses dejaban su marca de familia.
No sabría explicaros muy bien porqué no tengo más fotos de la ermita, aunque juraría haberlas hecho, son de esos misterios de acumular y acumular fotos y luego ya no saber si hiciste esas fotos, si las mezclaste, si quizás las borraste....
En el tejado de la ermita tenemos este pequeño saliente con un reloj solar.

También en uno de los muros se conserva, consumida ya por los líquenes, el viento, la humedad... lo que parecen ser los restos de una virgen o quizás la santa a la que está dedicada la ermita.

Me despido ya con estas líneas de este hermoso lugar, mirando los restos de nuestros antepasados, sintiendo la fuerza extraña que me atrae a este lugar al que seguro volveré ya que, en solo este monte, me quedaron seguro mil cosas por ver y mil sensaciones que sentir. espero que os haya gustado y que haya despertado en vosotros las ganas de acercaros hasta este rinconcito de mi querida Galicia, estoy segura que también os conquistará.

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